Por
aquí paso, hace una semana
Fue
el jueves, antes de la semana santa, día de San Ezequiel y víspera de mi cumpleaños, estaba sentado a
la sombra generosa del cují que queda en el frente de mi casa, leyendo las
malas noticias de un periódico. El sonido de los camiones en la carretera me
arrullaba con su música monótona, la brisa de la tarde también hacia lo suyo y
el olor de un café lejano se metía en mis turbios pensamientos sin pedir
permiso, en resumen una tarde a las cinco cualquiera de cualquier vida de
alguien que viva a veinte metros de la
orilla de una carretera grande.
Entonces
pasó, escuche el frenazo y de inmediato vi la motocicleta Harley Davison que se
arrastraba echando chispas sobre el asfalto aun caliente, asombrado vi como el tripulante
con la agilidad pasmosa de un gato caía
de pie. El hombre era casi alto,tenía barba y cabellos largos como los de un
hippie de los setenta, vestía chaqueta y pantalones de jean azul muy gastados y
con parches, sus botas llenas de tierra parecían salidas de una película de Jonh
Wayne. Era de una edad indefinible
escondida detrás sus lentes oscuros y su
apariencia casi anacrónica.
Cuando
alzo la vista miro hacia donde yo estaba y me hizo una seña pidiéndome agua. Con mi mano derecha le indique que
esperara fui a buscar el agua dentro de
la casa. Al llegar a donde estaba el hombre ya había levantado la moto en
resalto de la carretera y la había encendido. Bebió casi toda la
jarra con agua y la restante se la vacío por encima al tanque de la moto para
quitarle el polvo, ahora de cerca pude advertir que tenia muchas cicatrices en
la frente, se había quitado los lentes tenia una mirada de niño grande y una
sonrisa triste como la de los muertos, su piel alguna vez blanca estaba tostada
por el sol, tanto que parecía que había vivido años en el desierto.
-No
tienes algo mas fuerte por ahí amigo el
agua no me limpia la garganta por mas que beba – Traje una botella de cucuy de
penca que siempre tengo por ahí para las emergencias y le di un trago de arriero yo también tome de aquel liquido mas claro aun
que el agua. A la media hora ya el frasco estaba por la mitad llego la despedida .Me dio las gracias y me llamo
por mi nombre su voz era algo gruesa y con acento árabe, algo muy extraño para mí
porque aunque soy escritor, no soy muy conocido y mucho menos famoso.
Al notar mi asombro me dijo,- no te preocupes
a todos los hombres les digo Juan y a
todas las mujeres María. Me reí y le dije - Amigo usted lo que es un
mamador de gallo –.
Le
decían Chucho ,me conto que era un hombre errante, ,que era de
todas partes y de ninguna, que ahora en la semana santa tenia mucho trabajo –
Todo esta igual o peor que cuando vine por acá la primera vez-dijo con tono
triste y pensativo. Pensé que seguro había venido cuando la carretera estaba
sin reparar o las cosas estaban mas baratas
Se
despidió con un apretón de manos no sin antes darme de nuevo las gracias y un consejo.- Se desprendido, se solidario Juan, ayuda a
quien lo necesite como hoy me ayudaste, no importa que te paguen mal, sobre todo nunca odies a nada ni nadie y no
leas las malas noticias de los periódicos, solo amargan y entristecen al que
las lee. Son tiempos difíciles Juan por
eso es que hay que estar alegre.-
Aquel
extraño se alejo en su Harley en un segundo, me arrepentí de no haberloinvitado
de nuevo a pasar por mi casa.
Bote el periódico y sus malas noticias y me
dedique a arreglar un juguete roto de un
niño vecino.
Pasaron
los días y ya por la carretera se veía el trafico de la gente que viaja en las
vacaciones de semana santa, carros con rumas de equipaje que van hacia las
playas, pelotas de colores, carpas, colchones inflables.
No
soy fanático religioso, creo en todo pero también soy católico y a veces llego
hasta las iglesias para sentir un poco de paz en estos recintos inmensos y
serenos. Mi mujer Olga el miércoles
santo por la tarde me invito a bajar al pueblo a la procesión del sepulcro para
pagar una promesa.
Las
calles llenas de personas que llevaban velas en sus manos cantaban coros llenos
de lamentos y peticiones, venia la efigie del Nazareno rodeada de luces y
llevada a hombros por los fieles, en un bamboleo ritual que daban dramatismo al
momento. Todos se persignaban al paso del santo.
Entonces
subí la mirada y lo comprendí todo.
Ahí estaba
la figura del Cristo con un cuerpo
destrozado por los latigazos y golpes de mas de veinte siglos, con la corona de
espinas que hacia sangrar cien heridas en su frente y un hueco sangrante muy grande en el costado, con los pies
lacerados por dos mil años de andar los caminos buscando la redención de
quienes nunca lo entendieron y sobre
todo las marcas del dolor que le causan los que maltratan a otros en su nombre.
Tostado por el sol de mil caminos y cansado de ver tanta injusticia vestida de
sotana o de palo y corbata, con la mirada de un niño grande, su barba de hippie
brillaba a la luz de las velas, era el
mismo hombre de la carretera que había conversado conmigo hace apenas una
semana, el mismo de los tragos y del consejo sabio.
Me
dolió mucho mas su dolor y entendí mucho mas su consejo .ahora se por que
anda errando en su moto por esos
caminos, y el motivo de su triste sonrisa, seguro a veces piensa que ha perdido
el tiempo después de dosmil años .Se que no es, así en esos andurriales hay
mucha gente buena.
Por
un instante sentí que me miraba y creí
ver su sonrisa triste como la de los muertos.
Solo
espero que pase otra vez por aquíalgún día. Para
terminarnos la botella y darle las gracias por el consejo.
Juan
Francisco Lara Fernández .La Vela de Coro
abril 2014