Su mano trémula deja caer el papel al suelo , su mujer Natalia adivina las malas noticias y sale a buscarle un vaso de agua con azúcar en la cocina. Parmenio se lo toma despacio queriendo olvidar sus penas en el liquido nectarino, se sienta frente al ventilador y recuerda su niñez en aquel pueblo Victoriano donde la claridad venia del sol y de unas lamparas de querosen que su padre cuidaba con celo. Al rato Natalia conversa con la vecina en la acera, esta le pregunta por Parmenio . Ahí esta acostado vecina se siente mal , así es siempre cada vez que llega el bendito recibo de la luz .
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