El nido.
Por las tardes, en aquel momento de calmas
y silencios, cuando no se sabia si era noche, porque aun hacia el
poniente un sol rojiamarillo jugueteaba entre nubes. Salían del monte aquellos
pájaros pardos que picaban a las mujeres en los tobillos y les dejaban unos
moretones muy feos, con un pequeño agujero en el centro .Eran grandes como el
arrendajo y se alimentaban de lo que dejaban las gallinas.
No picaban a los hombres, tal vez habían
aprendido que ellos con un rápido movimiento los partían en dos con el enorme
cuchillo que les colgaba de la faja Los pájaros pardos eran astutos y rápidos;
pero no volaban.
Aquella plaga había cobrado ya dos vidas
en los caseríos .Si se descuidaban, a las heridas le salían unos gusanos gordos
,aparecía la fiebre que asaba a las mujeres por dentro, y la vida se les secaba
sin que se pudiera hacer nada mas que rezar.
Un
día picaron a mi abuela, a la semana la fiebre la consumía junto a los gusanos,
era una fiebre tan alta que salía del cuarto metiéndose en todos los rincones
de la casa, los ratones, alacranes y otros bichos se morían del calor en sus
oscuros agujeros.
Preparados para lo peor esperábamos
resignados la visita de la muerte.
Fue cuando mi tía Clara se dio
cuenta que a la abuela moribunda se le movía algo por debajo del vestido, justo
en su sexo marchito por dieciséis partos y setenta años de pasar trabajo.
En aquella casa siempre silenciosa se
formo una grizapa, todos estaban alrededor del catre de la abuela .Menos yo que
me encarame en una carretilla para ver
que pasaba a través de la pequeña
ventana hecha en el bahareque.
Le subieron el vestido y allí entre una
maraña de vellos púbicos grises vueltos nido, dos diminutos pichones de pájaro
pardo movían sus horribles cabezas, mientras emitían unos chillidos espantosos,
acababan de nacer empollados por el calor de la vagina de la abuela en
sus fiebres.
Luego del nacimiento de los pichones, la
abuela mejoro .Solo dejaba que le quitaran los pequeños pájaros cuando iba a
hacer sus necesidades.
Las aves crecieron pero no se fueron al monte,
se quedaron en el patio con las gallinas y no dejaban que los otros pájaros
pardos atacaran a las mujeres de la casa .Los mataban a picotazos con rabia y
saña.
Los pájaros pardos del monte se fueron a
otras partes, los nuestros se murieron de viejos como la abuela.
La casa la vendimos y a veces en estos
momentos de calmas y silencios cuando la tarde muere y no se sabe si aun es de día,
la recuerdo después de tantos años. A mi abuela y su nido de pájaros pardos.
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